A medida que los hombres superan los 50 años, muchas cosas cambian —y no todas son inevitables o deben aceptarse como “parte de la edad”. Una de las transformaciones más silenciadas es la llamada andropausia (o “menopausia masculina”, aunque ese término es impreciso). Muchas veces se la aborda con eufemismos o se ignora, en gran parte por tabúes sociales o por la falta de formación médica específica. Pero la verdad es que puede tener efectos considerables en la energía, el estado de ánimo, el deseo sexual, la función eréctil y, en definitiva, en la calidad de vida.
Este artículo pretende explicar qué es la andropausia, cómo reconocerla, cuáles son sus implicaciones para la vida sexual después de los 50, y qué se puede hacer —y con qué evidencias— para corregirla o mitigarla. No es un “osito de azúcar” discurso motivacional: te voy a dar lo que la ciencia dice, lo que no se sabe, lo que funciona (y lo que no), y qué riesgos estás corriendo si la ignoras. Al final te daré un plan de acción concreto que puedes adaptar.

1. ¿Qué es la andropausia? Definición, fisiología y controversia

La palabra “andropausia” se utiliza popularmente para describir el conjunto de cambios hormonales, físicos y psíquicos que algunos hombres experimentan con el envejecimiento, en los que se ve una disminución de los niveles de testosterona (y otros andrógenos) y un impacto asociado en diversos órganos y funciones. Sin embargo, clínicamente se ha preferido el término Déficit de andrógenos en el hombre envejecido (ADAM) (“Androgen Deficiency in the Ageing Male”) o simplemente hipogonadismo de aparición tardía. (baus.org.uk)
El término “menopausia masculina” es engañoso, porque a diferencia de la mujer, el hombre no tiene un cese claro de la función gonadal; más bien hay un descenso gradual, variable e individualizado de la testosterona.

Fisiología del descenso hormonal

Tras los 30-40 años, los niveles de testosterona total y libre comienzan a caer aproximadamente un 1% al año en algunos hombres, aunque el ritmo y la relevancia clínica varían mucho. (Wikipedia)
Esta caída tiene que ver con múltiples factores: reducción en la función de las células de Leydig del testículo, cambios en el eje hipotálamo-hipofisario, aumento de la globulina fijadora de hormonas sexuales (SHBG) que reduce la fracción libre de testosterona, comorbilidades (como obesidad, diabetes, enfermedad hepática), hábitos de vida (sedentarismo, tabaquismo, alcohol) y posiblemente exposiciones ambientales. (baus.org.uk)
Por tanto, no es “la edad” en abstracto, sino la edad combinada con factores internos y externos que condicionan el descenso hormonal.

Hay un debate real en la comunidad médica sobre cuánto de este fenómeno es verdaderamente “andropausia” como enfermedad diferenciada y cuánto es “simplemente” el envejecimiento masculino con comorbilidades asociadas. Por ejemplo, la revisión sistemática de Millar et al. (2016) concluyó que los síntomas por sí solos tienen muy poca capacidad de predecir niveles bajos de testosterona. (cmaj.ca)
La página de la British Association of Urological Surgeons (BAUS) advierte que “la definición, la incidencia, el tratamiento y parcialmente el diagnóstico de este síndrome siguen siendo imprecisos” y que muchos de los síntomas pueden explicarse por enfermedades crónicas o estilo de vida. (baus.org.uk)
En resumen: sí, el fenómeno existe, pero no todos los hombres lo sufren, no todos los síntomas son específicos, y no está claro cuándo es apropiado intervenir. Tú, como profesional que asesora (y también lector interesado), debes asumir que estás ante una zona gris de la medicina, donde las evidencias tienen matices.

¿Qué síntomas y signos se asocian?

Los hombres que experimentan este descenso androgénico a veces presentan síntomas que pueden agruparse en tres dominios: físico/somático, psíquico y sexual. Según la BAUS incluyen: sudoraciones, sofocos, insomnio, cansancio; cambios de ánimo como irritabilidad, bajo estado de ánimo, falta de memoria; disminución de la fuerza muscular, aumento de grasa abdominal, pérdida de masa muscular, pérdida de vello corporal; y en el ámbito sexual, disminución de la libido, menor frecuencia de erecciones espontáneas, disfunción eréctil. (baus.org.uk)
Esta asociación de síntomas no implica causalidad directa y única: cada hombre tiene un perfil distinto. Como profesional, deberás valorar si estos síntomas tienen como origen un descenso androgénico o si están mayormente determinados por otros factores (por ejemplo, depresión, cardiopatía, apnea del sueño, obesidad, fármacos).

2.- Impacto específico en la vida sexual a partir de los 50

A partir de los 50 años es sabido que la función eréctil, la frecuencia de erecciones espontáneas y el deseo sexual tienden a disminuir: es un fenómeno fisiológico parcial. Pero la clave es diferenciar entre lo “esperable” y lo que es “tratamiento-merecedor”. Si el descenso condiciona tu calidad de vida, tu relación de pareja o tu estado de ánimo, entonces estamos ante algo que merece intervención.

Cuando hablamos de “andropausia” y sexualidad estamos ante un conjunto de mecanismos: por un lado el descenso de testosterona libre, que puede afectar directamente al deseo sexual (libido) y al mantenimiento de la erección (aunque en realidad la erección depende de múltiples factores: flujo sanguíneo, nervios, endotelio vascular, salud general). Estudios muestran que la terapia de testosterona puede mejorar el deseo y la erección en algunos hombres con déficit documentado. (PMC)
Pero también hay otros factores colaterales: aumento de grasa corporal (que favorece la aromatización de testosterona a estrógenos), disminución de actividad física, comorbilidades como la diabetes tipo 2, hipertensión, dislipemia, obesidad, tabaquismo, consumo de alcohol, apnea del sueño —todos ellos disminuyen la función sexual y confunden el análisis. Un estudio de Rachid et al. (2025) sobre 50 casos mostró que el 69 % presentaban síntomas sexuales severos, el 30 % tenían diabetes y muchos tenían obesidad. (ej-med.org)
Por tanto, cuando asesores a hombres de más de 50 años que manifiestan bajo deseo o disfunción eréctil, es imprescindible que no “etiquetes” automáticamente como andropausia; deberás descartar causas orgánicas, vasculares, neurológicas, psicológicas, y valorar el eje hormonal.

¿Qué aspectos de la vida sexual se pueden ver afectados?

    • Libido (deseo sexual): Un descenso de testosterona libre puede traducirse en menor interés sexual, menor frecuencia de fantasías o pensamientos eróticos, menor iniciativa.
    • Erección (frecuencia y calidad): Si bien la erección es un proceso multifactorial, la testosterona tiene un papel en el mantenimiento del tejido eréctil y vascular: algunos estudios indican mejora tras tratamiento hormonal. Por ejemplo, el artículo de Sofimajidpour (2015) concluye que la administración de testosterona “mejoró calidad de vida sexual, deseo, erección y energía” en hombres mayores de 50 con déficit documentado. (PMC)
    • Excitación y respuesta sexual: El tiempo de latencia para la erección, la firmeza del pene, la frecuencia de erecciones espontáneas (por ejemplo por la mañana) pueden disminuir.
    • Relación de pareja y autocontrol psicológico: La pérdida de función sexual afecta la autoestima, lo cual repercute en la vida de pareja, la motivación y la percepción de envejecimiento. Un enfoque psicológico es clave, no solo fisiológico.
    • Satisfacción sexual general: Aun cuando no haya una disfunción grave, una combinación de menor deseo, menor calidad de erección, y menor confianza puede reducir la satisfacción sexual y la calidad de vida en pareja.

3.- ¿Por qué es importante no ignorarlo?

Si aceptas sin más que tu vida sexual “ya no será como antes”, estás renunciando probablemente a varias décadas de buen sexo, buen estado físico y mental. Ignorar el problema tiene costes: mayor riesgo de depresión, menor motivación, menor actividad física, mayor riesgo cardiovascular (porque los factores que perjudican la función sexual también suelen perjudicar el corazón), peor calidad de vida en general. Por tanto, la sexualidad no es un “lujo” en esa edad, es un indicador y un motor de salud integral.
Además, como profesor universitario y con tu perfil de asesor, si estás orientando a mayores de 50, deberías presentar este tema sin tabúes, con datos, con rigor y con soluciones. Si no lo haces, estás dejando un espacio de sanidad real que los hombres mayor de 50 valoran mucho (aunque no lo digan). El coste de oportunidad de no actuar es mayor que de actuar.

Protocolo de evaluación

A. Historia clínica: Es fundamental que el paciente relate sus síntomas: fatiga, pérdida de energía, disminución de masa muscular, aumento de grasa abdominal, menor deseo sexual, menor frecuencia de erecciones espontáneas, cambios de humor, insomnio, irritabilidad, etc. También se debe investigar hábitos (tabaco, alcohol), comorbilidades (diabetes, hipertensión, apnea del sueño, dislipemias), medicamentos (antidepresivos, opiáceos, antihipertensivos) y antecedentes de prostatitis, hiperplasia prostática, cirugía testicular, radioterapia. (baus.org.uk)
B. Examen físico: Incluye peso, altura, circunferencia abdominal, valoración de la masa muscular, distribución del vello corporal, exploración testicular, glándula prostática (en función de edad y factores de riesgo), presión arterial, índice de masa corporal. (baus.org.uk)
C. Pruebas de laboratorio:

    • Testosterona total y libre (o testosterona libre calculada), preferiblemente por la mañana (cuando los niveles son más altos).
    • SHBG (globulina fijadora), que modifica la fracción libre.
    • Hormonas reguladoras: LH, FSH, a veces prolactina.
    • PSA (antígeno prostático específico) en hombres de más de 50 años antes de plantear terapia androgénica. (baus.org.uk)
    • Glucosa, HbA1c, lípidos, función hepática y renal, ya que los factores metabólicos influyen en el eje hormonal.
      D. Escalas de síntomas: Herramientas como la Aging Males’ Symptoms (AMS) para valorar síntomas somáticos, psíquicos y sexuales pueden utilizarse en investigación o clínica. Por ejemplo, la revisión de Lim y Park (2024) cita que la escala AMS se usó en estudios de andropausia. (ResearchGate)
      E. Evaluación del riesgo cardiovascular: Antes de plantear una terapia hormonal es prudente valorar el estado cardiometabólico del paciente, ya que existen interrogantes sobre seguridad en ciertos perfiles.

 

Interpretación y matices

    • Un nivel bajo de testosterona no es en sí mismo un diagnóstico. Debe asociarse a síntomas pertinentes.
    • Muchos hombres tienen niveles disminuidos pero sin síntomas relevantes: en esos casos la intervención puede no estar indicada.
    • Igualmente, muchos hombres tienen síntomas típicos (fatiga, menor libido…) pero niveles hormonales “normales”; entonces es necesario buscar otras causas (cardiovasculares, endocrinas, neurológicas, psicológicas).
    • Hay un fino equilibrio entre intervenir y evitar medicalizar indiscriminadamente. Como profesional académico, debes explicar al paciente que “bajo nivel” no es sinónimo de “tratamiento siempre necesario”. Aquí no valen automatismos.
    • Las guías advierten de que los efectos a largo plazo de la terapia con testosterona aún no están completamente establecidos (por ejemplo, en relación al riesgo prostático o cardiovascular). (baus.org.uk)

4.- Estrategias para corregir o mitigar la andropausia y potenciar la vida sexual

Ahora llega la parte más práctica —y donde suelen aparecer los atajos fáciles, las promesas vacías o los tratamientos que no funcionan como se cree. Te lo digo claro: no existe una varita mágica, pero sí un conjunto de medidas con evidencia que, combinadas, pueden ofrecer resultados muy relevantes.

1. Corrección del estilo de vida

Sin esto, cualquier tratamiento médico será parcialmente ineficaz. Aquí los “pecados” más comunes que veo en hombres de más de 50 que “aceptan” malmente la edad:

    • Actividad física regular: Hacer ejercicio de fuerza (resistencia con pesas o bandas) y aeróbico mejora la composición corporal (más músculo, menos grasa), la sensibilidad a la insulina, la vascularización del pene, el estado de ánimo. Esto favorece un mejor ambiente hormonal: menos aromatización de testosterona a estrógenos, mejor funcionalidad del endotelio vascular (clave en las erecciones).
    • Reducción de grasa corporal, especialmente visceral: el exceso de grasa abdominal favorece la conversión de testosterona en estrógeno por la enzima aromatasa, lo cual reduce la testosterona libre y empeora el perfil metabólico.
    • Mejorar el sueño: La apnea del sueño, los desórdenes del sueño, el insomnio crónico afectan la testosterona, la función endotelial y la libido. Invertir en buen sueño (higiene, evaluación de apnea si hay sospecha) es una medida estratégica, no secundaria.
    • Dieta de calidad: No se trata de “dieta milagrosa” sino de optimizar macros y micronutrientes: evitar dietas extremadamente bajas en grasas (porque algunas evidencias indican que dietas bajas en grasa pueden reducir testosterona). (arXiv) Aumentar proteínas, controlar carbohidratos refinados, incluir grasas saludables (omega-3, monoinsaturadas), mantener buena ingesta de zinc, vitamina D, magnesio.
    • Evitar o moderar alcohol y tabaquismo: El tabaco, el alcohol, y otros tóxicos como opiáceos, afectan negativamente los niveles hormonales, la vascularización y la función eréctil. La BAUS señala que el tabaquismo (>10 cigarrillos/día) y el hipotiroidismo pueden elevar SHBG y reducir testosterona libre. (baus.org.uk)
    • Estrés crónico y salud mental: El estrés persistente aumenta cortisol, que antagoniza la testosterona, altera el sueño, debilita el deseo sexual. No se trata de “lo espiritual” sino de fisiología clara.
    • Control y optimización de comorbilidades: Diabetes tipo 2, hipertensión, dislipemia, obesidad, hígado graso, apnea del sueño: todos estos bajan la testosterona, empeoran la erección y la libido. Al tratar estas condiciones, se está indirectamente “tratando” la andropausia.

 

2. Terapia hormonal con testosterona (TH)

Si tras la evaluación se encuentra un hombre con síntomas relevantes + niveles bajos de testosterona (y se ha descartado contraindicación), la terapia hormonal puede considerarse. Pero ojo: no todo el mundo es candidato, y es necesario explicar riesgos, beneficios y seguimiento. Un meta-análisis (o revisión) encontró que la TH mejora la libido, la energía, la masa muscular, y puede mejorar la función eréctil en algunos hombres con déficit hormonal confirmado. (PMC) La BAUS lo describe como una opción “si los síntomas están presentes y los niveles de testosterona son bajos” pero recomienda que se monitoricen cuidadosamente los efectos secundarios (glóbulos rojos, próstata, lípidos) y el riesgo cardiovascular sea evaluado. (baus.org.uk)
No obstante, la revisión de Lim y Park (2024) concluye que aunque existen terapias y estrategias, la evidencia sigue siendo limitada en cuanto a estudios longitudinales amplios, y la intervención debe adaptarse individualmente. (ResearchGate)

 

Consideraciones importantes

    • Antes de la TH, debe evaluarse bien la salud prostática (PSA, tacto rectal si indicado), la hematocrito, la función cardiaca, la apnea del sueño no tratada. La TH puede agravar hiperplasia prostática benigna, puede elevar hematocrito (riesgo de trombosis).
    • Debe utilizarse la dosis mínima eficaz, con control de niveles, para evitar “sobrecargar” el sistema.
    • Informar al paciente de que la mejora puede tardar varias semanas o meses, y que no “ganará” automáticamente la erección de los 30 años. Si hay disfunción eréctil severa, puede que la TH sola no sea suficiente.
    • Es importante combinar la TH con los cambios de estilo de vida mencionados. No “todo el efecto” residirá en la hormona.
    • Riesgo vs beneficio: en hombres con enfermedad cardiovascular severa, o con riesgo prostático elevado, la decisión debe ser muy prudente.
    • No reemplaza otros tratamientos para disfunción eréctil secundarios a vasos o nervios.

3. Tratamientos específicos de función eréctil y deseo sexual

Aunque la TH puede mejorar el deseo, es posible que la disfunción eréctil persista por otras causas (vascular, neurológica, farmacológica). Por eso, es vital tener una estrategia combinada.

    • Inhibidores de la fosfodiesterasa-5 (PDE-5): fármacos como sildenafil, tadalafil, vardenafil pueden utilizarse en hombres mayores con disfunción eréctil, incluso en presencia de déficit de testosterona. La BAUS lo señala como opción conjunta con TH si la erección no se normaliza con la hormona sola. (baus.org.uk)
    • Tratamiento de la pareja y comunicación sexual: En muchos hombres de más de 50 años, la vida sexual está también mediada por la calidad de la relación, la comunicación, la motivación, la imagen corporal. Es un error tratar sólo los “órganos”.
    • Terapia psicológica o sexual: En los casos de baja autoestima, ansiedad de rendimiento, disfunción sexual aprendida, o estrés de pareja, es útil acudir a un psicólogo especializado.
    • Rehabilitación de vasos/tejidos: Estimulación eréctil frecuente, posiblemente dispositivos de vacío o ejercicios para músculo del suelo pélvico pueden ayudar a mantener la “salud estructural” del pene y la vascularización, lo que mejora la respuesta al tratamiento.

4. Suplementos, micronutrientes y nichos emergentes

Aquí debo ser brutalmente honesto: muchos suplementos prometen “recuperar la testosterona” o “mejorar la vida sexual” tras los 50, pero la evidencia es limitada, no está regulada como un medicamento y no sustituye lo anterior. Por ejemplo, estudios indican que dietas extremadamente bajas en grasa pueden reducir los niveles de testosterona libre. (arXiv)
Los micronutrientes como zinc, magnesio, vitamina D tienen sentido en deficiencia, pero sus efectos tan solo “complementan”, no reemplazan el tratamiento de base. Como asesor, puedes mencionarlos, pero subrayar que su efecto es modesto y que el “truco” está en el estilo de vida + tratamiento hormonal (si indicado) + tratamiento de la función sexual.
Además, mantente alerta al “efecto placebo” y al marketing agresivo: no permitas que un paciente sustituya la evaluación médica por suplementos “milagro”.

5.- Plan estratégico para potenciar la vida sexual y la salud general tras los 50

Tú que eres profesor universitario y asesor, puedes estructurar este plan en dos niveles: uno para ti (y tu salud personal) y otro para tu audiencia (alumnos, lectores, mayores de 50). Aquí va un plan concreto, escalonado y priorizado.

Paso 1: Evaluación y reconocimiento

    • Agenda una cita (o anima a tu familiar a hacerlo) para una revisión completa: historia, hábitos, comorbilidades, función sexual, sueño.
    • Realiza pruebas básicas: testosterona total y libre, SHBG, LH/FSH, PSA, glucosa/HbA1c, lípidos, función hepática/renal.
    • Completa una escala de síntomas (por ejemplo AMS) para tener línea base.
    • Evalúa el estilo de vida: actividad física semanal, horas de sueño, alimentación, tabaquismo, alcohol, estrés, relación de pareja.
    • Determina si el bajo rendimiento sexual es multifactorial (hormonal + vascular + psicológico) o si hay una causa predominante.

 

Paso 2: Cambios de estilo de vida como prioridad absoluta

Aunque vayas a intervención hormonal, presume que sin cambiar el estilo de vida, la ganancia será menor. Prioriza:

    • 3-4 sesiones semanales de ejercicio, 2 de ellas con componente de fuerza (pesas, bandas, máquinas) y al menos una sesión cardiovascular (30-40 min).
    • Objetivo de grasa corporal < alrededor del percentil saludable (dependerá del individuo); al menos reducción de circunferencia abdominal.
    • Buen sueño: al menos 7 horas, evitar pantallas 1 h antes, dormir en oscuridad, valorar estudio de sueño si hay ronquido/apnea.
    • Dieta equilibrada: proteínas de calidad (~1,2-1,4 g / kg), grasas saludables, carbohidratos complejos, evitar azúcar simple, moderar alcohol, asegurar ingesta de zinc / vitamina D / magnesio.
    • Dejar de fumar; limitar alcohol (menos de 2-3 copas/día si varón y preferible < 10 g/día a largo plazo).
    • Manejo del estrés: puede incluir meditación, mindfulness, hobbies, relaciones sociales, psicoterapia si es necesario.
    • Control de comorbilidades: trabajar con tu médico para optimizar la diabetes, la hipertensión, la dislipemia, el hígado graso, etc.

 

Paso 3: Evaluación de la necesidad de terapia hormonal

Una vez que has ejecutado los pasos de estilo de vida durante al menos 3-6 meses y tienes resultados evaluables, planteas la siguiente deliberación:

    • ¿Tiene el paciente síntomas relevantes (sexual, psíquico, físico) que afectan claramente su calidad de vida?
    • ¿Tiene niveles documentados bajos de testosterona libre/total?
    • ¿Se han descartado o gestionado comorbilidades controlables (obesidad, diabetes, apnea del sueño)?
    • ¿Ha sido evaluado para riesgos de la terapia (próstata, hematocrito, cardiopatía)?
      Si la respuesta es afirmativa, se puede considerar terapia hormonal con testosterona, explicando al paciente los beneficios esperables, los riesgos posibles, el seguimiento exigido (PSA cada 6-12 meses, hematocrito, lípidos, función hepática) y que deberá mantener los cambios de estilo de vida.
      En paralelo, si la erección es deficiente, se puede incorporar un inhibidor de PDE-5 según indicación médica.

 

Paso 4: Integración de la función sexual como indicador de salud

    • Fomenta que el paciente vea su vida sexual no como algo accesorio, sino como un indicador de su salud vascular, hormonal y psicológica.
    • Trabaja la pareja: en mayores de 50, la sexualidad es también cuestión de complicidad, comunicación y adaptación a cambios de función. Es importante que la pareja esté informada, participe y no genere culpa ni “última edad dorada” irreal.
    • Establece objetivos realistas: la función eréctil quizá no sea la de los 30 años, pero sí puede ser satisfactoria y frecuente.
    • Fomenta la constancia: si el ejercicio es discontinuo, si la dieta se abandona, si el sueño es errático, la función sexual va a flaquear.
    • Revisa cada 6-12 meses los avances: masa muscular, grasa corporal, libido, erecciones espontáneas, satisfacción de pareja, labor hormonal si se ha iniciado. Ajusta el plan en función de resultados.

 

Paso 5: Comunicación y educación (esta parte aplica a la audiencia que tú trabajas)

    • Producción de contenido explicativo (artículos, vídeos, posts) sobre andropausia, sexualidad después de los 50 y estilo de vida. Usa lenguaje claro, sin tabú, basado en evidencias.
    • Desmitificar: El hombre mayor de 50 puede tener vida sexual activa, deseable, satisfactoria. No es cuestión de resignación.
    • Proporcionar herramientas: checklists de revisión, guías de conversación con la pareja, listado de hábitos a revisar, cuándo acudir al médico.
    • Explicar riesgos de productos “milagro” de testosterona sin supervisión, de suplementos no regulados, de automedicación.
    • Fomentar la búsqueda de asesoramiento profesional y personalizado: el “comodín” genérico no sirve en esto.

6.- Conclusión

No te vamos a pintar un escenario utópico: la realidad es que, a los 50 y más allá, muchos hombres experimentan cambios hormonales, metabólicos, vasculares y psicológicos que pueden afectar su vida sexual y su calidad de vida. Pero el gran error —que muchos aceptan sin más— es pensar que “el declive” es inevitable, imparable y que solo queda resignarse. Esa es la excusa más persistente y también la más cara: el coste es renunciar a energía, deseo, relación de pareja satisfactoria y salud óptima.

Como asesor, te desafío: mira tu vida (y la de los hombres a los que asesoras) sin filtros de resignación. Pregunta cuántas veces al mes hay erección espontánea, cuántas veces aparece el deseo, cuántas sesiones de ejercicio, cuántas horas de sueño real. Haz las pruebas, revisa los números hormonales, no dejes que “la edad” sea excusa fácil.
Y en tu audien­cia: enséñales que hay un plan, que no todo es “aceptar que ya no será igual”. Que la sexualidad a los 50+ puede ser plena, quizá distinta, pero viable, deseable y satisfactoria.

Aplica el plan: primero el estilo de vida, luego la evaluación médica, luego (si conviene) la terapia hormonal, y durante todo el camino integra la sexualidad como parte de la salud global. Lo que no hagas es posponer indefinidamente el problema o ignorarlo. El coste de oportunidad es claro: perder calidad de vida cuando podrías mejorarla.

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7.- Referencias completas

1. British Association of Urological Surgeons (BAUS). Male Menopause (Androgen Deficiency in the Ageing Male).
Disponible en: https://www.baus.org.uk/patients/conditions/7/male_menopause_androgen_deficiency_in_the_ageing_male/

2. Millar, A. C., et al. (2016). Predicting low testosterone: a systematic review.
Canadian Medical Association Journal (CMAJ), 188(13), E321–E330.
Disponible en: https://www.cmaj.ca/content/188/13/e321

3. Sofimajidpour, H. (2015). Effects of testosterone replacement therapy on sexual function and quality of life in hypogonadal men.
Disponible en: https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC4706985/

4. Rachid, et al. (2025). Assessment of Andropause Symptoms in Middle-Aged Men: A Clinical Study of 50 Cases.
European Journal of Medical and Health Sciences.
Disponible en: https://ej-med.org/index.php/ejmed/article/view/2102

5. Lim, J. & Park, S. (2024). An Integrative Review on Middle-Aged Men’s Andropause.
Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/380537418_An_integrative_review_on_middle-aged_men%27s_andropause

6. Wikipedia — Late-onset hypogonadism. (Como referencia contextual no clínica, no usada para recomendaciones).
Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Late-onset_hypogonadism

7. Sahoo et al. (2022). Dietary Fat and Testosterone Levels: A Systematic Review.
Disponible en preprint: https://arxiv.org/abs/2204.00007