A medida que los hombres superan los 50 años, muchas cosas cambian —y no todas son inevitables o deben aceptarse como “parte de la edad”. Una de las transformaciones más silenciadas es la llamada andropausia (o “menopausia masculina”, aunque ese término es impreciso). Muchas veces se la aborda con eufemismos o se ignora, en gran parte por tabúes sociales o por la falta de formación médica específica. Pero la verdad es que puede tener efectos considerables en la energía, el estado de ánimo, el deseo sexual, la función eréctil y, en definitiva, en la calidad de vida.
Este artículo pretende explicar qué es la andropausia, cómo reconocerla, cuáles son sus implicaciones para la vida sexual después de los 50, y qué se puede hacer —y con qué evidencias— para corregirla o mitigarla. No es un “osito de azúcar” discurso motivacional: te voy a dar lo que la ciencia dice, lo que no se sabe, lo que funciona (y lo que no), y qué riesgos estás corriendo si la ignoras. Al final te daré un plan de acción concreto que puedes adaptar.
La palabra “andropausia” se utiliza popularmente para describir el conjunto de cambios hormonales, físicos y psíquicos que algunos hombres experimentan con el envejecimiento, en los que se ve una disminución de los niveles de testosterona (y otros andrógenos) y un impacto asociado en diversos órganos y funciones. Sin embargo, clínicamente se ha preferido el término Déficit de andrógenos en el hombre envejecido (ADAM) (“Androgen Deficiency in the Ageing Male”) o simplemente hipogonadismo de aparición tardía. (baus.org.uk)
El término “menopausia masculina” es engañoso, porque a diferencia de la mujer, el hombre no tiene un cese claro de la función gonadal; más bien hay un descenso gradual, variable e individualizado de la testosterona.
Fisiología del descenso hormonal
Tras los 30-40 años, los niveles de testosterona total y libre comienzan a caer aproximadamente un 1% al año en algunos hombres, aunque el ritmo y la relevancia clínica varían mucho. (Wikipedia)
Esta caída tiene que ver con múltiples factores: reducción en la función de las células de Leydig del testículo, cambios en el eje hipotálamo-hipofisario, aumento de la globulina fijadora de hormonas sexuales (SHBG) que reduce la fracción libre de testosterona, comorbilidades (como obesidad, diabetes, enfermedad hepática), hábitos de vida (sedentarismo, tabaquismo, alcohol) y posiblemente exposiciones ambientales. (baus.org.uk)
Por tanto, no es “la edad” en abstracto, sino la edad combinada con factores internos y externos que condicionan el descenso hormonal.
Hay un debate real en la comunidad médica sobre cuánto de este fenómeno es verdaderamente “andropausia” como enfermedad diferenciada y cuánto es “simplemente” el envejecimiento masculino con comorbilidades asociadas. Por ejemplo, la revisión sistemática de Millar et al. (2016) concluyó que los síntomas por sí solos tienen muy poca capacidad de predecir niveles bajos de testosterona. (cmaj.ca)
La página de la British Association of Urological Surgeons (BAUS) advierte que “la definición, la incidencia, el tratamiento y parcialmente el diagnóstico de este síndrome siguen siendo imprecisos” y que muchos de los síntomas pueden explicarse por enfermedades crónicas o estilo de vida. (baus.org.uk)
En resumen: sí, el fenómeno existe, pero no todos los hombres lo sufren, no todos los síntomas son específicos, y no está claro cuándo es apropiado intervenir. Tú, como profesional que asesora (y también lector interesado), debes asumir que estás ante una zona gris de la medicina, donde las evidencias tienen matices.

¿Qué síntomas y signos se asocian?
Los hombres que experimentan este descenso androgénico a veces presentan síntomas que pueden agruparse en tres dominios: físico/somático, psíquico y sexual. Según la BAUS incluyen: sudoraciones, sofocos, insomnio, cansancio; cambios de ánimo como irritabilidad, bajo estado de ánimo, falta de memoria; disminución de la fuerza muscular, aumento de grasa abdominal, pérdida de masa muscular, pérdida de vello corporal; y en el ámbito sexual, disminución de la libido, menor frecuencia de erecciones espontáneas, disfunción eréctil. (baus.org.uk)
Esta asociación de síntomas no implica causalidad directa y única: cada hombre tiene un perfil distinto. Como profesional, deberás valorar si estos síntomas tienen como origen un descenso androgénico o si están mayormente determinados por otros factores (por ejemplo, depresión, cardiopatía, apnea del sueño, obesidad, fármacos).
A partir de los 50 años es sabido que la función eréctil, la frecuencia de erecciones espontáneas y el deseo sexual tienden a disminuir: es un fenómeno fisiológico parcial. Pero la clave es diferenciar entre lo “esperable” y lo que es “tratamiento-merecedor”. Si el descenso condiciona tu calidad de vida, tu relación de pareja o tu estado de ánimo, entonces estamos ante algo que merece intervención.
Cuando hablamos de “andropausia” y sexualidad estamos ante un conjunto de mecanismos: por un lado el descenso de testosterona libre, que puede afectar directamente al deseo sexual (libido) y al mantenimiento de la erección (aunque en realidad la erección depende de múltiples factores: flujo sanguíneo, nervios, endotelio vascular, salud general). Estudios muestran que la terapia de testosterona puede mejorar el deseo y la erección en algunos hombres con déficit documentado. (PMC)
Pero también hay otros factores colaterales: aumento de grasa corporal (que favorece la aromatización de testosterona a estrógenos), disminución de actividad física, comorbilidades como la diabetes tipo 2, hipertensión, dislipemia, obesidad, tabaquismo, consumo de alcohol, apnea del sueño —todos ellos disminuyen la función sexual y confunden el análisis. Un estudio de Rachid et al. (2025) sobre 50 casos mostró que el 69 % presentaban síntomas sexuales severos, el 30 % tenían diabetes y muchos tenían obesidad. (ej-med.org)
Por tanto, cuando asesores a hombres de más de 50 años que manifiestan bajo deseo o disfunción eréctil, es imprescindible que no “etiquetes” automáticamente como andropausia; deberás descartar causas orgánicas, vasculares, neurológicas, psicológicas, y valorar el eje hormonal.
¿Qué aspectos de la vida sexual se pueden ver afectados?
Si aceptas sin más que tu vida sexual “ya no será como antes”, estás renunciando probablemente a varias décadas de buen sexo, buen estado físico y mental. Ignorar el problema tiene costes: mayor riesgo de depresión, menor motivación, menor actividad física, mayor riesgo cardiovascular (porque los factores que perjudican la función sexual también suelen perjudicar el corazón), peor calidad de vida en general. Por tanto, la sexualidad no es un “lujo” en esa edad, es un indicador y un motor de salud integral.
Además, como profesor universitario y con tu perfil de asesor, si estás orientando a mayores de 50, deberías presentar este tema sin tabúes, con datos, con rigor y con soluciones. Si no lo haces, estás dejando un espacio de sanidad real que los hombres mayor de 50 valoran mucho (aunque no lo digan). El coste de oportunidad de no actuar es mayor que de actuar.
Protocolo de evaluación
A. Historia clínica: Es fundamental que el paciente relate sus síntomas: fatiga, pérdida de energía, disminución de masa muscular, aumento de grasa abdominal, menor deseo sexual, menor frecuencia de erecciones espontáneas, cambios de humor, insomnio, irritabilidad, etc. También se debe investigar hábitos (tabaco, alcohol), comorbilidades (diabetes, hipertensión, apnea del sueño, dislipemias), medicamentos (antidepresivos, opiáceos, antihipertensivos) y antecedentes de prostatitis, hiperplasia prostática, cirugía testicular, radioterapia. (baus.org.uk)
B. Examen físico: Incluye peso, altura, circunferencia abdominal, valoración de la masa muscular, distribución del vello corporal, exploración testicular, glándula prostática (en función de edad y factores de riesgo), presión arterial, índice de masa corporal. (baus.org.uk)
C. Pruebas de laboratorio:

Interpretación y matices
Ahora llega la parte más práctica —y donde suelen aparecer los atajos fáciles, las promesas vacías o los tratamientos que no funcionan como se cree. Te lo digo claro: no existe una varita mágica, pero sí un conjunto de medidas con evidencia que, combinadas, pueden ofrecer resultados muy relevantes.
1. Corrección del estilo de vida
Sin esto, cualquier tratamiento médico será parcialmente ineficaz. Aquí los “pecados” más comunes que veo en hombres de más de 50 que “aceptan” malmente la edad:
2. Terapia hormonal con testosterona (TH)
Si tras la evaluación se encuentra un hombre con síntomas relevantes + niveles bajos de testosterona (y se ha descartado contraindicación), la terapia hormonal puede considerarse. Pero ojo: no todo el mundo es candidato, y es necesario explicar riesgos, beneficios y seguimiento. Un meta-análisis (o revisión) encontró que la TH mejora la libido, la energía, la masa muscular, y puede mejorar la función eréctil en algunos hombres con déficit hormonal confirmado. (PMC) La BAUS lo describe como una opción “si los síntomas están presentes y los niveles de testosterona son bajos” pero recomienda que se monitoricen cuidadosamente los efectos secundarios (glóbulos rojos, próstata, lípidos) y el riesgo cardiovascular sea evaluado. (baus.org.uk)
No obstante, la revisión de Lim y Park (2024) concluye que aunque existen terapias y estrategias, la evidencia sigue siendo limitada en cuanto a estudios longitudinales amplios, y la intervención debe adaptarse individualmente. (ResearchGate)
Consideraciones importantes
Aunque la TH puede mejorar el deseo, es posible que la disfunción eréctil persista por otras causas (vascular, neurológica, farmacológica). Por eso, es vital tener una estrategia combinada.
Aquí debo ser brutalmente honesto: muchos suplementos prometen “recuperar la testosterona” o “mejorar la vida sexual” tras los 50, pero la evidencia es limitada, no está regulada como un medicamento y no sustituye lo anterior. Por ejemplo, estudios indican que dietas extremadamente bajas en grasa pueden reducir los niveles de testosterona libre. (arXiv)
Los micronutrientes como zinc, magnesio, vitamina D tienen sentido en deficiencia, pero sus efectos tan solo “complementan”, no reemplazan el tratamiento de base. Como asesor, puedes mencionarlos, pero subrayar que su efecto es modesto y que el “truco” está en el estilo de vida + tratamiento hormonal (si indicado) + tratamiento de la función sexual.
Además, mantente alerta al “efecto placebo” y al marketing agresivo: no permitas que un paciente sustituya la evaluación médica por suplementos “milagro”.
Tú que eres profesor universitario y asesor, puedes estructurar este plan en dos niveles: uno para ti (y tu salud personal) y otro para tu audiencia (alumnos, lectores, mayores de 50). Aquí va un plan concreto, escalonado y priorizado.
Paso 1: Evaluación y reconocimiento
Paso 2: Cambios de estilo de vida como prioridad absoluta
Aunque vayas a intervención hormonal, presume que sin cambiar el estilo de vida, la ganancia será menor. Prioriza:
Paso 3: Evaluación de la necesidad de terapia hormonal
Una vez que has ejecutado los pasos de estilo de vida durante al menos 3-6 meses y tienes resultados evaluables, planteas la siguiente deliberación:
Paso 4: Integración de la función sexual como indicador de salud
Paso 5: Comunicación y educación (esta parte aplica a la audiencia que tú trabajas)
No te vamos a pintar un escenario utópico: la realidad es que, a los 50 y más allá, muchos hombres experimentan cambios hormonales, metabólicos, vasculares y psicológicos que pueden afectar su vida sexual y su calidad de vida. Pero el gran error —que muchos aceptan sin más— es pensar que “el declive” es inevitable, imparable y que solo queda resignarse. Esa es la excusa más persistente y también la más cara: el coste es renunciar a energía, deseo, relación de pareja satisfactoria y salud óptima.
Como asesor, te desafío: mira tu vida (y la de los hombres a los que asesoras) sin filtros de resignación. Pregunta cuántas veces al mes hay erección espontánea, cuántas veces aparece el deseo, cuántas sesiones de ejercicio, cuántas horas de sueño real. Haz las pruebas, revisa los números hormonales, no dejes que “la edad” sea excusa fácil.
Y en tu audiencia: enséñales que hay un plan, que no todo es “aceptar que ya no será igual”. Que la sexualidad a los 50+ puede ser plena, quizá distinta, pero viable, deseable y satisfactoria.
Aplica el plan: primero el estilo de vida, luego la evaluación médica, luego (si conviene) la terapia hormonal, y durante todo el camino integra la sexualidad como parte de la salud global. Lo que no hagas es posponer indefinidamente el problema o ignorarlo. El coste de oportunidad es claro: perder calidad de vida cuando podrías mejorarla.
Estoy listo para ayudarte a diseñar un post, un ebook o contenido para tu blog sobre este tema, adaptado al público de España, América Latina o EE.UU., con referencias APA, gráficos, imágenes. Si lo quieres, dime formato, público y alcance y lo preparo.

1. British Association of Urological Surgeons (BAUS). Male Menopause (Androgen Deficiency in the Ageing Male).
Disponible en: https://www.baus.org.uk/patients/conditions/7/male_menopause_androgen_deficiency_in_the_ageing_male/
2. Millar, A. C., et al. (2016). Predicting low testosterone: a systematic review.
Canadian Medical Association Journal (CMAJ), 188(13), E321–E330.
Disponible en: https://www.cmaj.ca/content/188/13/e321
3. Sofimajidpour, H. (2015). Effects of testosterone replacement therapy on sexual function and quality of life in hypogonadal men.
Disponible en: https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC4706985/
4. Rachid, et al. (2025). Assessment of Andropause Symptoms in Middle-Aged Men: A Clinical Study of 50 Cases.
European Journal of Medical and Health Sciences.
Disponible en: https://ej-med.org/index.php/ejmed/article/view/2102
5. Lim, J. & Park, S. (2024). An Integrative Review on Middle-Aged Men’s Andropause.
Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/380537418_An_integrative_review_on_middle-aged_men%27s_andropause
6. Wikipedia — Late-onset hypogonadism. (Como referencia contextual no clínica, no usada para recomendaciones).
Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Late-onset_hypogonadism
7. Sahoo et al. (2022). Dietary Fat and Testosterone Levels: A Systematic Review.
Disponible en preprint: https://arxiv.org/abs/2204.00007